El otro día buscaba algo en el cuarto de servicio de la casa de mi madre, que como muchas otras áreas de su casa, parece bodega, llena de cosas inimaginables, cuando de pronto, de una caja salió uno de los muñecos favoritos de mi infancia.
La historia es esta. Es un chango que pertenecía a mi hermana, lo bautizó como Horacio. Yo siempre tuve la firme idea de que los muñecos tenían sentimientos como un ser humano, que sentían y percibían el mundo como nosotros, razón por la cual todas las noches tenía que meter a TODOS mis muñecos en mi cama antes de dormirme para que no pasaran frío. Por esta misma razón es que cuando mi hermana se harto de Horacio y lo dejó abandonado en algún rincón de la casa yo decidí “adoptarlo” como propio. El mono ya estaba muy roto, no tenía manos, ni ropa. Yo le busqué ropa de otros muñecos y lo vestí, le cosí unas manos que mi mamá me compró en alguna mercería. Entonces Horacio pasó a formar parte de mi inmensa familia de muñecos.
Mis muñecos siempre fueron muy importantes para mí, tanto que ¡solía festejarles su cumpleaños! Organizaba toda una fiesta a la cual, por supuesto, acudían todos los muñecos. En estas fiestas había música, comida, y un pastel de cumpleaños improvisado con un pingüino, un gansito o algo semejante (dependiendo del gusto del celebrado). Todos bailaban y se divertían, tanto o más que yo.
Todo esto me ha traído de recuerdos el haber encontrado a Horacio en esa caja. Lo veo, y veo un mono espantoso, viejo, sucio, y hasta un poco “tenebroso”, sin embargo, fue uno de mis muñecos consentidos y cuando mi hija lo vio quiso llevárselo a la casa. Creo que lo que más le gustó fue la historia del muñeco y lo que significó para su madre por lo cual me ha propuesto llevarlo a un hospital de muñecas para ver si pueden arreglarlo.
Creo que todas estas cosas que formaron nuestra infancia son parte fundamental de lo que hoy somos. Desde pequeños vamos dando muestra de cómo será nuestro carácter de adultos y con lo que respecta a mi, creo que desarrollé esta forma de cuidar a mis muñecos, como una extensión de lo que siempre vi en mi casa y eso fue la forma en que mi madre siempre nos cuido y procuró, a pesar de tener que irse todo el día a trabajar, hizo hasta lo indecible porque fuésemos felices, porque nada nos faltara y por supuesto, por ese afán incansable de ella de llenarnos de cariño, amor y momentos bellos. Para mi, todo esto, es la verdadera herencia de mi familia.
Cualquier cosa nos inspira
Erika
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